Chica chicle

Chica chicle

lunes, 25 de agosto de 2014

Hoy, 4 de Marzo de 2014

Estoy desesperada porque llevo meses sin hacer el amor. Y lo peor, lo peor de todo es que sé que aunque salga los viernes y me folle a todo cristo, tardaré años en volver a hacerlo.

domingo, 24 de agosto de 2014

Uve

A veces se hacía la dormida para que no me preocupase por ella los sábados por la noche. No quería que supiera que la había despertado. Me aseguré de perpetuar esa tradición hasta bien entrados nuestros años de amor. Me acostaba a su lado y no la tocaba, hasta que despertábamos el domingo, con un sol rayado por las persianas de la habitación. "No te oí llegar". Y después el día avanzaba entre borbotones de agua golpeándole la espalda, espuma olorosa y bostezos pegadizos. Nos gustaría decir que fuimos una pareja que acudía a clases de baile juntos y desayunaba frutos rojos, pero pronto asumimos que nunca íbamos a desperdiciar la oportunidad de desayunar los restos de la pizza del día anterior. No hacíamos grandes cosas. Los domingos nos pasábamos el día entero en la cama y poníamos un vinilo de Aretha Franklin. No fumábamos nunca. Nunca tuvimos tiempo de meternos otra cosa en los labios. Le daba mucha rabia que le enredara el pelo, pero nunca me privé de hundir las manos en él. Hacía seis meses que empezamos vivir juntos y no teníamos todavía casi mobiliario. Únicamente un colchón y sábanas en el suelo y un ventilador en el techo. También alguna ropa en los armarios, la suficiente comida en la nevera, unos cuantos vinilos que me ofrecí a vender para comprar una mesa de comedor, lo cual se quedaba siempre en una idea utópica porque sabíamos que no podíamos vender nuestra música de los domingos; un secador que nunca llegamos a usar y muchos cuadernos vacíos. "Mejor escribir cuando uno recuerda. De este modo, el momento permanece". Tenía el cuerpo lleno de pecas y la cabeza llena de pájaros. No necesitábamos mucho más. Otras personas se complacen llenando la casa de objetos, y yo que en ella veía todo un mundo y una infinidad de motivos por los que sentirme complacido. Y la veía cada mañana como si fuera nueva, como si me invitara a su vida por primera vez. Y yo entraba y me llenaba de ella.

martes, 13 de mayo de 2014

Si volviera atrás lo que haría es que.



Nunca me canso de leer 'Defectillos' de Isabel Vicente, texto que debería leer todo y toda pre-adolescente y tomárselo tan en serio como yo lo hice. Solo que yo lo hice unos años tarde. Claro, como siempre, una o uno no se da cuenta de las cosas en que ha fallado hasta que realmente las analiza y considera posibilidades allende de su primera e impulsiva reacción. No vengo a daros una charla sobre ética, ni sobre lo que es correcto y lo que no, pues realmente ni yo misma lo sé.
En el minuto antes de cometer un craso error, no podemos procesar toda la información que nos llega y en la mayoría de los casos, nos dejamos arrastrar por lo irracional. Y qué podemos hacer nosotros frente a la imparable necesidad de dejarnos llevar por la ira, la rabia, la curiosidad, la prisa o en los casos más jodidos, el amor. Absolutamente nada. ¿Por qué las monjas no me estamparon en la cara el texto de Isabel Vicente cuando tenía trece años?  Porque para eso están los trece años. Y los catorce, y los quince y los dieciséis.. Y toda la pila de años que te hagan falta para comprender que te has precipitado y lo has hecho mal . ¿Cómo sabemos que odiamos las coles sin haberlas probado? Lo mismo pasa con los errores. Equivocarse no es más que avanzar y reconocerlo es lanzarse de cabeza a la vida y darse un golpe en el lóbulo frontal. Es una metáfora, que nadie se me de de hostias en la frente, por favor...
Celebrad los errores porque os empujan a ser mejores personas y a "pilotar" en todo este rollo de la vida. Cometed cuantos podáis. Equivocaos mucho mucho y haced lo que deseéis (sin joder al prójimo, si puede ser) y si después de mil años os dais cuenta de que habéis errado, dedicad otros mil para empezar de nuevo.

domingo, 27 de abril de 2014

Los amantes

No se decían te quiero por miedo a que sonase rutinario. Al fin y al cabo les esperaba una vida juntos para aburrirse preparando desayunos, viendo los informativos, regando las plantas y comprando bebidas para el colesterol de todos esos años atrás, en los que habían sido algo más que compañeros de almohada. Pensaban pues, que una declaración de amor avivaría esos años en los que una recuerda lo que fue para olvidarse de lo que es y será.